martes, 18 de diciembre de 2007

Evolución.

Era una mujer encantadora, fiel esposa, buena amiga y trabajadora por necesidad, de esas con las que te casas porque sabes que no encontrarás nada mejor y con las que te despiertas cada día pensando qué cojones hace contigo, cuando eres un fracasado al que jamás se le va a pasar por la cabeza ofrecerle una noche de ópera (teatro/concierto), una elegante (cara) cena y mucho sexo (guarro, muy guarro) en una habitación de hotel con vistas.

Con el tiempo todo cambió, incluso yo. Supongo que los años habían hecho mella en mí y ya no tenía paciencia para seguir esperando a que mi amantísimo marido viniera a casa a las 4am tropezándose con las almas de los perros. Empecé a darme cuenta de que mi cuerpo tenía derecho a disfrutar de la juventud, y que el punto de cruz los sábados por la noche y el arroz de los domingos con la familia política no estaban hechos para mí.


Y ahí estaba él. Con su larga melena azabache, ojos verdes y una hipnótica oratoria, deseando poseerme, gimiendo con cada mirada que me dedicaba y amándome con cada sonrisa. Y yo follándome al cerdo de mi marido por compromiso, deseando que se corriera cuanto antes para no tener que aguantarle hasta la semana que viene, mientras anhelaba la lengua de aquel salvaje de ojos verdes invadiendo cada pulgada de cuerpo y haciéndome llorar de placer.


Ese fue el día que supe que todo quedaría en amor (sexo) platónico (tardío).

Años después me divorcié de mi marido, ascendí en mi empresa por méritos propios y el caballero que hacía que mi mente vibrara de pasión se fue de la ciudad y se casó con otra mujer. Pero una mujer de cara de niña buena con mirada sucia, es una terrible combinación y más aún cuando se halla desacompañada (porque sola no es el adjetivo exacto).

Actualmente, me dedico a follarme a todo hombre que sea consciente de que soy peligrosa y tenga los santos cojones de osarse a meterse en mi cama. Y créeme. Es realmente divertido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Simplemente genial. Aunque da miedo tropezarse contigo.